Era la tarde de Halloween, Lucas estaba acostado en la
cama de su dormitorio pensando en la fiesta de esa misma noche y en todas las
chicas que iba a conocer. Le mandó un mensaje a su mejor amiga Sandra para
acordar una hora a la que asistir juntos a dicha fiesta pero la respuesta de su
amiga le sorprendió. Se conocían desde que tenían uso de razón y siempre lo
hacían todo juntos.
“Estoy un poco liada pero iré a la fiesta, nos vemos allí”.
Esas fueron las palabras de su amiga, ella había sido su confidente y ambos
sabían más del otro que de ellos mismos.
Sin darle demasiadas vueltas, se levantó de la cama y
sacó del armario su disfraz. Dejaría de ser un simple humano para convertirse
en un vampiro, su madre había insistido en ese disfraz por ciertas películas de
chupasangres que la tenían loca y él no se había podido negar. Pero por
supuesto llevaba la capa de Drácula y la dentadura para poder morder algún que
otro cuello, o eso esperaba y deseaba él.
Cuando llegó la hora de la fiesta, cogió el coche y fue
directo pensando que su amiga ya estaría allí. Estacionó el coche y poniéndose las
lentillas rojas, entró en la casa de su amigo, el organizador de dicha fiesta.
Bebió un par de cervezas y charló con todo el mundo pero
algo le rondaba por la cabeza. No sabía nada de Sandra y eso le preocupaba. Sintió
un escalofrío recorrer su columna vertebral, se giró y entonces la vio. Una morena
de ojos verdes y un maquillaje increíble de esqueleto, con una camiseta y
pantalones negros mostrando los huesos le miraba atentamente. Lucas le sonrió y
se acercó a ella con total descaro.
—Buenas noches esqueleto —dijo el chico intentando sonar
gracioso.
—Buenas noches Edward Cullen —ella sonrió por su
comentario y él arrugó el ceño, ese tipo no le agradaba.
—Soy Drácula, el original. No esa imitación de
chupasangre —el comentario hizo reír a la mujer esqueleto y Lucas no pudo
evitar reírse con ella.
Ambos empezaron a charlar y reírse pero escondiéndose
detrás de un disfraz con mucho maquillaje. Pero de repente, la chica esqueleto
se levantó dispuesta a irse.
— ¿Me vas a dejar con la intriga de no saber tu nombre?
—preguntó Lucas buscando cualquier excusa para volver a verla.
—Solo te intrigan los misterios y yo, no lo soy —le guiñó
un ojo y fue directa a la puerta de salida donde desapareció. Él la siguió pero
no la alcanzó.
— ¿Ya te vas? —la voz de su amiga Sandra le sobresaltó,
la miró e iba vestida de negro con el rostro bastante blanco.
—Sí, ¿te vienes conmigo?
—Sí, podemos ver una película. ¿Una noche productiva?
—La verdad es que sí, he conocido a alguien que me ha
robado el corazón —ella le sonrío aunque la alegría no le llegó a los ojos. Cuando
él pasó por delante de ella para dirigirse al coche, ella lanzó la parte
delantera de su disfraz junto con la toalla con la que se había quitado casi
todo el maquillaje. Allí, tirados sobre el suelo quedaron los huesos de un
esqueleto abandonados porque su dueña ya no los necesitaba.
Mientras en los labios de Lucas aparecía una sonrisa, por
mucho que se escondiera detrás del maquillaje jamás sería capaz de olvidar esos
ojos que le acompañan siempre. Esa mirada de su amiga Sandra que cada mañana le
corta la respiración y que esa misma noche había dejado a Drácula totalmente
enamorado.
—Sandra
— ¿Sí? —preguntó ella mirándole directamente a los ojos. Sin
más, sintió las manos de Lucas en su rostro y sus labios contra los de él. Su mejor
amigo la estaba besando y ella empezaba a comprender que no era la única que
había estado escondiendo su corazón durante tantos años.
Porque cuando más cerca tenemos lo que ansiamos, menos lo
vemos y no hay peor ciego que el que no quiere ver.
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