Me siento en la cama y me pongo las botas negras, con
este vestido me quedan genial, o eso es lo que siempre dice Dani. Escucho el
sonido del reloj y me levanto rápidamente. Me pongo el abrigo y me miro por
última vez en el espejo. Voy perfecta, no entiendo porque ha querido que nos viéramos
en la plaza en lugar de venir a recogerme. Hace un frío horrible pero como me
muero de ganas de verle, decido no quejarme y salir corriendo en su búsqueda.
Llego tarde y volverá a quejarse porque siempre tiene que
esperarme, lo que no entiende es que lo hago porque quiero verme bien para él. No
puedo negar que estoy nerviosa, sobre todo cuando ayer por la noche después de
mantener nuestra conversación telefónica de todos los días, dijo: “tenemos que
hablar Ale”. Esas palabras siempre son como un jarro de agua fría para la
persona que las escucha. Le amo, nos conocemos desde hace muchos años y siempre
le he amado de esta manera loca y desenfrenada.
Somos tan diferentes, él adora la tranquilidad, estar en
casa los dos juntos viendo una peli o cenando. Charlar toda la noche y después
hacer el amor lentamente junto al fuego. Yo soy extrovertida, divertida, me
encanta cantar aunque no soy profesional, siempre arrastro al pobre de Dani a un
karaoke con la vergüenza que a él le da hacer ese tipo de cosas. Pero sé que
por mí las hace.
Por fin llego a la plaza, veo un montón de gente en
medio. Todos hablan pero solo escucho el murmullo de sus voces. Miro a mi
alrededor y no veo a Dani por ninguna parte. ¿Dónde se habrá metido este
hombre? Me encojo de hombros y decido acercarme a la multitud. Estos se giran
al verme y entonces caigo en la cuenta de que deben estar observando el árbol
de navidad que todos los años iluminan en la plaza. Es increíble la verdad, mi
momento de la navidad favorito. Noto algo
extraño, la gente me mira y sonríe, no sé qué está pasando pero me empiezo a
poner más nerviosa.

“Ale, ¿te quieres casar conmigo?”
Busco a Dani y lo encuentro arrodillado delante de mí con
una cajita roja en la mano.
— ¿Qué me dices? Eres la mujer de mi vida y no voy a
dejar de insistir hasta que me digas que sí —sin pensarlo dos veces me lanzo a
sus brazos y le beso. Ambos caemos al suelo mientras los copos de nieve caen
sobre nosotros. No encuentro las palabras para expresarle todo lo que me hace
sentir pero le abrazo y le beso poniendo todo mi corazón. Los aplausos estallan
pero ahora mismo solo existimos mi futuro marido y yo.
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