jueves, 18 de septiembre de 2014

Capítulo 1

Primer capítulo de esta historia, contiene escenas no aptas para menores de edad... ¡A disfrutar de este misterioso hombre!

David Jones
Londres
Me dejo caer sobre el sillón de cuero negro que tengo detrás del escritorio de madera oscura, mientras lanzo la chaqueta del traje negro de Armani sobre el sofá.
Esta noche será una de las mejores, por fin va a entrar un gran cargamento de mercancía dándonos el control absoluto del mercado negro. Estar al mando de la mayor red de traficantes de Europa es el sueño de cualquier miembro de la mafia, pero por suerte para mí, ser el jefe de la mafia londinense me da una gran ventaja. Se han oído algunos rumores de que nuestra competencia puede estar planeando un sabotaje pero confío plenamente en mis hombres. Esta noche todo será perfecto.
Llaman a la puerta y miro como Charlie, mi hombre de confianza entra a mi despacho. Debe ser importante para interrumpir mis pensamientos y el regocijo que tenía con el éxito que vamos a conseguir.
—Señor…— ese tono no me gusta para nada.
— ¿Qué ocurre? Si me traes malas noticias pagarás por ello y ya sabes que no me ando con chiquitas. Hoy no estoy de humor para complicaciones.
—Han visto merodeando por Londres a los hombres de Götz. ¿Quiere que les busquemos?— ese maldito alemán lo único que sabe hacer es tocarme las pelotas. Y me estoy cansando de esta situación.
—No, es nuestro territorio así que dudo que intente hacer algo por su propio bien. De todas maneras si hay algún movimiento extraño avisadme de inmediato—le hago un gesto con la cabeza para que se largue. Sale del despacho sin decir nada más.
Aunque había pensado no trabajar hoy para estar descansado, tengo que revisar el correo. Enciendo el ordenador y el móvil empieza a sonar. Miro la pantalla iluminarse y cuando aparece el nombre pongo los ojos en blanco. Esta mujer no entiende que el sexo no significa que vaya a casarme con ella.  Decido ignorar su llamada pero ella sigue insistiendo, así que finalmente, harto de escuchar la dichosa melodía que tengo cuando ella me llama. Respondo al móvil de mala gana.
— ¿Qué quieres? Sabes que soy un hombre ocupado así que más vale que sea algo realmente importante o me voy a cabrear muchísimo—ni siquiera me esfuerzo por ser simpático, yo no lo soy normalmente así que no tengo porque serlo y menos con ella. Confirma mi idea de que todas las mujeres son iguales, las tengo a montones pero por supuesto también tengo dinero a montones. Eso es lo que les llama la atención.
—No es necesario que me trates así amor, esperaba que tuvieras un rato para pasarlo conmigo. Ya sabes que siempre lo pasamos muy bien juntos…—escuchar su voz me pone los pelos de punta. Detesto a esta mujer pero soy un hombre que tiene sus necesidades.
—Hablo como me da la gana y no, no tengo tiempo para ti. Así que no me molestes. Si estás caliente búscate a otro, tengo cosas más importantes que hacer— la oigo resoplar molesta, sin esperar respuesta cuelgo y pongo en silencio el móvil. Seguramente insistirá pero me da igual, esta noche será una gran noche. Y no la voy a lanzar por la borda solo por un par de piernas bonitas.
Me froto los ojos con las manos, un ligero dolor de cabeza empieza a taladrarme la sien. Lo que me faltaba. Escucho de nuevo la puerta abrirse pero no presto atención, seguramente será de nuevo Charlie. Pero de repente, cuando tomo aire el aroma a perfume francés invade mis fosas nasales. Levanto la mirada y veo a Amelie con sus andares de gata dirigirse hacia mí. Todavía no tengo claro que ha venido a hacer a Londres, es la dueña de París.
—He oído que estás muy tenso mon amour. Yo puedo relajarte como a ti te gusta…— la sigo con la mirada hasta que está parada a mi lado. Aparto la silla del escritorio dejándole espacio delante de mí. Amelie, sin pensarlo demasiado se sienta en mi regazo y empieza a rozarse contra mí como una verdadera gata en celo.
—Tienes razón, estoy muy tenso.
—Entonces deja que te calme amour, solo yo sé lo que necesitas aunque también sé que tienes una mujer en cada lugar. No soy celosa pero me encanta hacerte sentir mejor— roza su sexo contra el mío. Empieza a besar mi cuello y desabrochar mi camisa blanca. Cierro los ojos intentando concentrarme pero no puedo, necesito estar relajado para la operación que se llevará a cabo esta noche así que lo que me ofrece mi querida parisina Amelie es lo que necesito.
La tomo por la cintura y de un solo movimiento la siento sobre el escritorio, me coloco entre sus piernas y tiro de su cabello negro para tener su garganta a mi alcance. Muerdo suavemente su cuello, mientras mi mano libre sube por su muslo levantándole también el vestido negro.
—Esto es lo que buscabas al venir a Londres ¿verdad?— ella gime incapaz de pronunciar ni una sola palabra. En este justo momento, el animal que llevo dentro se apodera de todo mi ser buscando la liberación que tanto necesito. De un solo tirón rompo sus bragas cosa que a Amelie la excita mucho más. Saco mi erección de los pantalones del traje y sin más dilación, de una sola estocada la penetro. Ella grita y se deja caer sobre el escritorio, yo sonrío triunfante.
Empiezo a moverme rápido, sin piedad. Ella grita y clava las uñas en mis antebrazos, con todo el cuerpo temblando se incorpora y desliza mi camisa por mis hombros. Esta cae al suelo.
Amelie enreda sus dedos en mi pelo he intenta besarme, yo me aparto y la tomo por el pelo.
Mon amour, encajamos a la perfección. Me encanta que me poseas y me hagas tuya— sonrío de lado, la mirada que le dirijo es fría y despiadada. No soy un romántico y nunca lo seré, eso no va conmigo.
—Tú al igual que las otras, siempre os entregáis a mí sin ningún tipo de problema. En cambio, yo jamás me entregare a nadie. Si buscas una pareja y fidelidad en este despacho no la vas a encontrar. Pero si solo quieres alguien que te folle, estás en el sitio indicado— con esas palabras y dos estocadas profundas, ambos estallamos en un orgasmo que la deja con el cuerpo laxo y a mí más relajado que antes.
Vuelvo a guardar mi miembro en mis pantalones y me separo del escritorio. Recojo la camisa del suelo y me la pongo. Amelie se acomoda sobre sus codos y me mira con una sonrisa satisfecha.
—Eres un animal David— su voz es ronca y entrecortada. Le hago mi sonrisa más traviesa, no me ha dicho nada que no sepa.
—Pero tú siempre estás dispuesta a abrirte de piernas para mí. No te noto disgustada. Ahora te agradecería que te largases, tengo cosas que hacer— digo frío mientras me meto la camisa por dentro del pantalón. Ella se baja del a mesa de mala gana y bastante enfurruñada sale del despacho cerrando de un portazo.
Sé que las utilizo y luego me deshago de ellas, pero siempre vuelven. Bueno, no todas. Pero a las que les gusta que les caliente lo que tienen entre las piernas no se lo piensan demasiados. Se sienten ultrajadas los cinco minutos después del orgasmo, en los que esperan besos y caricias. No soy ni seré nunca un caballero y no les miento al respecto, por eso siempre vuelven a por más.
Miro mi Rolex y veo que casi es la hora, mis hombres deben estar esperándome. Me coloco la chaqueta del traje, abro el primer cajón donde guardo el arma y después de comprobar que está cargada y en buenas condiciones me la escondo en la parte trasera del pantalón.
Unos nudillos golpean suavemente la puerta de mi despacho en el mismo momento que la abro para salir. Charlie me espera con su semblante serio, está concentrado tal como le he pedido. Sabe que esto es importante para todos y como mi mano derecha dará lo mejor de él. Golpeo su hombro con camaradería.
— ¿Todo listo Charlie?
—Sí señor, los hombres están preparados. Todo está bien planificado y no habrá contratiempos.
—Eso espero— ambos nos dirigimos hacia el subterráneo de la casa.  Esta casa enorme es también nuestro centro de operaciones. Desde el centro de Londres lo controlo todo porque esta ciudad me pertenece únicamente a mí.
Las furgonetas negras están listas para ir a recibir la mercancía al puerto. Pero antes que nada, necesito motivar a mis hombres. Charlie está a mi lado y todos nos miran esperando las últimas indicaciones.
—Chicos, si todo va bien esta noche… todas las mujeres de Londres se postrarán ante vuestros pies y podréis disfrutar de ellas como gustéis. Así que cuando antes terminemos con el trabajo antes podréis celebrar este triunfo— todos se emocionan. Conozco a todas las dueñas de los lugares que visitan los londinenses para encontrarse con prostitutas. Hay bastantes prostíbulos y en todos tengo algo que ver, así que la promesa que les hago a mis hombres la cumpliré sin ningún tipo de problema. Al fin y al cabo las mujeres son eso, objetos que podemos desechar y utilizar a nuestro antojo. Porque ellas cuando se cansan de nosotros nos dejan tirados, por eso hay que enseñarles quién manda desde el principio.
Todos suben a las camionetas negras, yo subo al Mercedes negro y Charlie conduce. Confío totalmente en él así que todo irá como la seda.
— ¿Has sabido algo más del maldito alemán y sus perros falderos?—pregunto sin apartar la vista de la carretera.  La niebla de Londres lo empieza a envolver todo.
—No, han estado tranquilos— su tono de voz no me gusta demasiado así que me vuelvo para mirarle.
—Suéltalo Charlie o te saldrá una maldita ulcera— digo contrariado por su actitud.
—No me fio de que estén tan tranquilos con esto que nos traemos entre manos. Si ese cargamento que es tuyo, por supuesto, llega a tus manos ellos saldrán perjudicados. Los alemanes no son tan pacíficos David y tú eso lo sabes mejor que nadie…
—Lo sé, pero si se mete en mi camino le mataré con una bala en la cabeza.
Dejamos de hablar y vuelvo a centrarme en la carretera, ahora no es tiempo de pensar en Götz y sus hombres.
Sin apenas darme cuenta, ya estamos en el puerto y de momento todo va perfectamente.
Hoy, la noche está de lo más tranquila y, mis hombres están más que involucrados en esta misión ya que si todo sale bien van a poder disfrutar de una gran fiesta por todo lo alto. Creo que lo que más les entusiasma es la idea de tener a muchas mujeres con las que pasar la noche.
La primera caja de cargamento toca tierra y me acerco a inspeccionar que todo sea correcto.
 Debo admitir que algo me huele mal aquí, soy desconfiado y tengo una corazonada aunque la gran mayoría de gente piensa que ese órgano lo perdí hace tiempo y pienso que tienen razón. No siento amor ni compasión por nadie.
  Miro el barco donde se encuentra toda mi mercancía y parece desierto, dirijo mi mano derecha hacia la parte trasera de mi pantalón donde tengo bien guardada mi pistola.
El sonido de disparos empieza a rodearme pero no soy capaz de ver con tanta oscuridad. Corro a resguardarme entre los barcos que hay amarrados y veo por el camino a algunos de mis hombres en el suelo, unos malheridos y otros muertos.
Joder, esto es una puta pesadilla. Me repito una y otra vez mientras disparo esperando que mi buena puntería no me haya abandonado y pueda salir de esta. Sin duda, me han tendido una emboscada.
Busco a Charlie entre los hombres que hay en el suelo pero de repente siento unos pasos detrás de mí, sin pensarlo dos veces me vuelvo apuntando con el arma a quién quiera que sea pero siento como la bala pasa a través de mi brazo derecho haciendo que mi pistola caiga a las profundidades del mar. Mi espalda golpea duramente contra el frio suelo del puerto de Londres, no veo al hombre que me ha disparado, lo último que mis ojos ven es el cielo encapotado tan característico de mi ciudad.  Antes de que un pañuelo blanco me cubra la nariz y el cloroformo me deje fuera de combate, los ojos azules del perro alemán que tanto me toca los cojones sonríen ante mi derrota. Es un cobarte, no se ha atrevido a enfrentarse a mí  cara a cara por eso ha utilizado este somnífero, así será más fácil deshacerse de mí. Pero no soy una presa fácil y mucho menos delante del alemán me voy a dejar vencer.  Haciendo un enorme esfuerzo consigo mover mis labios.
—Eres un maldito hijo de puta Götz, esta me la vas a pagar— me propina una patada en mis costillas y me doblo de dolor. El muy hijo de perra se aprovecha de que estoy herido y medio dormido por el cloroformo. Los párpados me pesan y su carcajada hace que mi sangre hierva.

—Nos vemos en el infierno David, seguro estarás al lado derecho de Satanás— me apunta y el sonido del disparo al impactar contra mi pecho es lo último que siento antes de desfallecer. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario