Primer capítulo de esta historia, contiene escenas no aptas para menores de edad... ¡A disfrutar de este misterioso hombre!
David
Jones
Londres
Me dejo caer sobre el sillón de cuero negro que tengo
detrás del escritorio de madera oscura, mientras lanzo la chaqueta del traje
negro de Armani sobre el sofá.
Esta noche será una de las mejores, por fin va a entrar
un gran cargamento de mercancía dándonos el control absoluto del mercado negro.
Estar al mando de la mayor red de traficantes de Europa es el sueño de
cualquier miembro de la mafia, pero por suerte para mí, ser el jefe de la mafia
londinense me da una gran ventaja. Se han oído algunos rumores de que nuestra
competencia puede estar planeando un sabotaje pero confío plenamente en mis
hombres. Esta noche todo será perfecto.
Llaman a la puerta y miro como Charlie, mi hombre de
confianza entra a mi despacho. Debe ser importante para interrumpir mis pensamientos
y el regocijo que tenía con el éxito que vamos a conseguir.
—Señor…— ese tono no me gusta para nada.
— ¿Qué ocurre? Si me traes malas noticias pagarás por
ello y ya sabes que no me ando con chiquitas. Hoy no estoy de humor para
complicaciones.
—Han visto merodeando por Londres a los hombres de Götz.
¿Quiere que les busquemos?— ese maldito alemán lo único que sabe hacer es
tocarme las pelotas. Y me estoy cansando de esta situación.
—No, es nuestro territorio así que dudo que intente hacer
algo por su propio bien. De todas maneras si hay algún movimiento extraño
avisadme de inmediato—le hago un gesto con la cabeza para que se largue. Sale
del despacho sin decir nada más.
Aunque había pensado no trabajar hoy para estar
descansado, tengo que revisar el correo. Enciendo el ordenador y el móvil
empieza a sonar. Miro la pantalla iluminarse y cuando aparece el nombre pongo
los ojos en blanco. Esta mujer no entiende que el sexo no significa que vaya a
casarme con ella. Decido ignorar su
llamada pero ella sigue insistiendo, así que finalmente, harto de escuchar la
dichosa melodía que tengo cuando ella me llama. Respondo al móvil de mala gana.
— ¿Qué quieres? Sabes que soy un hombre ocupado así que
más vale que sea algo realmente importante o me voy a cabrear muchísimo—ni
siquiera me esfuerzo por ser simpático, yo no lo soy normalmente así que no
tengo porque serlo y menos con ella. Confirma mi idea de que todas las mujeres
son iguales, las tengo a montones pero por supuesto también tengo dinero a
montones. Eso es lo que les llama la atención.
—No es necesario que me trates así amor, esperaba que
tuvieras un rato para pasarlo conmigo. Ya sabes que siempre lo pasamos muy bien
juntos…—escuchar su voz me pone los pelos de punta. Detesto a esta mujer pero
soy un hombre que tiene sus necesidades.
—Hablo como me da la gana y no, no tengo tiempo para ti.
Así que no me molestes. Si estás caliente búscate a otro, tengo cosas más
importantes que hacer— la oigo resoplar molesta, sin esperar respuesta cuelgo y
pongo en silencio el móvil. Seguramente insistirá pero me da igual, esta noche
será una gran noche. Y no la voy a lanzar por la borda solo por un par de
piernas bonitas.
Me froto los ojos con las manos, un ligero dolor de
cabeza empieza a taladrarme la sien. Lo que me faltaba. Escucho de nuevo la puerta
abrirse pero no presto atención, seguramente será de nuevo Charlie. Pero de
repente, cuando tomo aire el aroma a perfume francés invade mis fosas nasales.
Levanto la mirada y veo a Amelie con sus andares de gata dirigirse hacia mí.
Todavía no tengo claro que ha venido a hacer a Londres, es la dueña de París.
—He oído que estás muy tenso mon amour. Yo puedo relajarte como a ti te gusta…— la sigo con la
mirada hasta que está parada a mi lado. Aparto la silla del escritorio
dejándole espacio delante de mí. Amelie, sin pensarlo demasiado se sienta en mi
regazo y empieza a rozarse contra mí como una verdadera gata en celo.
—Tienes razón, estoy muy tenso.
—Entonces deja que te calme amour, solo yo sé lo que necesitas aunque también sé que tienes una
mujer en cada lugar. No soy celosa pero me encanta hacerte sentir mejor— roza
su sexo contra el mío. Empieza a besar mi cuello y desabrochar mi camisa
blanca. Cierro los ojos intentando concentrarme pero no puedo, necesito estar
relajado para la operación que se llevará a cabo esta noche así que lo que me
ofrece mi querida parisina Amelie es lo que necesito.
La tomo por la cintura y de un solo movimiento la siento
sobre el escritorio, me coloco entre sus piernas y tiro de su cabello negro
para tener su garganta a mi alcance. Muerdo suavemente su cuello, mientras mi
mano libre sube por su muslo levantándole también el vestido negro.
—Esto es lo que buscabas al venir a Londres ¿verdad?—
ella gime incapaz de pronunciar ni una sola palabra. En este justo momento, el
animal que llevo dentro se apodera de todo mi ser buscando la liberación que
tanto necesito. De un solo tirón rompo sus bragas cosa que a Amelie la excita
mucho más. Saco mi erección de los pantalones del traje y sin más dilación, de
una sola estocada la penetro. Ella grita y se deja caer sobre el escritorio, yo
sonrío triunfante.
Empiezo a moverme rápido, sin piedad. Ella grita y clava
las uñas en mis antebrazos, con todo el cuerpo temblando se incorpora y desliza
mi camisa por mis hombros. Esta cae al suelo.
Amelie enreda sus dedos en mi pelo he intenta besarme, yo
me aparto y la tomo por el pelo.
—Mon amour,
encajamos a la perfección. Me encanta que me poseas y me hagas tuya— sonrío de
lado, la mirada que le dirijo es fría y despiadada. No soy un romántico y nunca
lo seré, eso no va conmigo.
—Tú al igual que las otras, siempre os entregáis a mí sin
ningún tipo de problema. En cambio, yo jamás me entregare a nadie. Si buscas
una pareja y fidelidad en este despacho no la vas a encontrar. Pero si solo quieres
alguien que te folle, estás en el sitio indicado— con esas palabras y dos
estocadas profundas, ambos estallamos en un orgasmo que la deja con el cuerpo
laxo y a mí más relajado que antes.
Vuelvo a guardar mi miembro en mis pantalones y me separo
del escritorio. Recojo la camisa del suelo y me la pongo. Amelie se acomoda
sobre sus codos y me mira con una sonrisa satisfecha.
—Eres un animal David— su voz es ronca y entrecortada. Le
hago mi sonrisa más traviesa, no me ha dicho nada que no sepa.
—Pero tú siempre estás dispuesta a abrirte de piernas
para mí. No te noto disgustada. Ahora te agradecería que te largases, tengo
cosas que hacer— digo frío mientras me meto la camisa por dentro del pantalón.
Ella se baja del a mesa de mala gana y bastante enfurruñada sale del despacho
cerrando de un portazo.
Sé que las utilizo y luego me deshago de ellas, pero
siempre vuelven. Bueno, no todas. Pero a las que les gusta que les caliente lo
que tienen entre las piernas no se lo piensan demasiados. Se sienten ultrajadas
los cinco minutos después del orgasmo, en los que esperan besos y caricias. No
soy ni seré nunca un caballero y no les miento al respecto, por eso siempre
vuelven a por más.
Miro mi Rolex y veo que casi es la hora, mis hombres
deben estar esperándome. Me coloco la chaqueta del traje, abro el primer cajón
donde guardo el arma y después de comprobar que está cargada y en buenas
condiciones me la escondo en la parte trasera del pantalón.
Unos nudillos golpean suavemente la puerta de mi despacho
en el mismo momento que la abro para salir. Charlie me espera con su semblante
serio, está concentrado tal como le he pedido. Sabe que esto es importante para
todos y como mi mano derecha dará lo mejor de él. Golpeo su hombro con
camaradería.
— ¿Todo listo Charlie?
—Sí señor, los hombres están preparados. Todo está bien
planificado y no habrá contratiempos.
—Eso espero— ambos nos dirigimos hacia el subterráneo de
la casa. Esta casa enorme es también
nuestro centro de operaciones. Desde el centro de Londres lo controlo todo
porque esta ciudad me pertenece únicamente a mí.
Las furgonetas negras están listas para ir a recibir la
mercancía al puerto. Pero antes que nada, necesito motivar a mis hombres.
Charlie está a mi lado y todos nos miran esperando las últimas indicaciones.
—Chicos, si todo va bien esta noche… todas las mujeres de
Londres se postrarán ante vuestros pies y podréis disfrutar de ellas como
gustéis. Así que cuando antes terminemos con el trabajo antes podréis celebrar este
triunfo— todos se emocionan. Conozco a todas las dueñas de los lugares que
visitan los londinenses para encontrarse con prostitutas. Hay bastantes
prostíbulos y en todos tengo algo que ver, así que la promesa que les hago a
mis hombres la cumpliré sin ningún tipo de problema. Al fin y al cabo las
mujeres son eso, objetos que podemos desechar y utilizar a nuestro antojo.
Porque ellas cuando se cansan de nosotros nos dejan tirados, por eso hay que
enseñarles quién manda desde el principio.
Todos suben a las camionetas negras, yo subo al Mercedes
negro y Charlie conduce. Confío totalmente en él así que todo irá como la seda.
— ¿Has sabido algo más del maldito alemán y sus perros
falderos?—pregunto sin apartar la vista de la carretera. La niebla de Londres lo empieza a envolver
todo.
—No, han estado tranquilos— su tono de voz no me gusta
demasiado así que me vuelvo para mirarle.
—Suéltalo Charlie o te saldrá una maldita ulcera— digo
contrariado por su actitud.
—No me fio de que estén tan tranquilos con esto que nos
traemos entre manos. Si ese cargamento que es tuyo, por supuesto, llega a tus
manos ellos saldrán perjudicados. Los alemanes no son tan pacíficos David y tú
eso lo sabes mejor que nadie…
—Lo sé, pero si se mete en mi camino le mataré con una bala
en la cabeza.
Dejamos de hablar y vuelvo a centrarme en la carretera,
ahora no es tiempo de pensar en Götz y sus hombres.
Sin apenas darme cuenta, ya estamos en el puerto y de
momento todo va perfectamente.
Hoy, la noche está de lo más tranquila y, mis hombres
están más que involucrados en esta misión ya que si todo sale bien van a poder
disfrutar de una gran fiesta por todo lo alto. Creo que lo que más les
entusiasma es la idea de tener a muchas mujeres con las que pasar la noche.
La primera caja de cargamento toca tierra y me acerco a
inspeccionar que todo sea correcto.
Debo admitir que
algo me huele mal aquí, soy desconfiado y tengo una corazonada aunque la gran
mayoría de gente piensa que ese órgano lo perdí hace tiempo y pienso que tienen
razón. No siento amor ni compasión por nadie.
Miro el barco
donde se encuentra toda mi mercancía y parece desierto, dirijo mi mano derecha
hacia la parte trasera de mi pantalón donde tengo bien guardada mi pistola.
El sonido de disparos empieza a rodearme pero no soy
capaz de ver con tanta oscuridad. Corro a resguardarme entre los barcos que hay
amarrados y veo por el camino a algunos de mis hombres en el suelo, unos
malheridos y otros muertos.
Joder, esto es una puta pesadilla. Me repito una y otra
vez mientras disparo esperando que mi buena puntería no me haya abandonado y
pueda salir de esta. Sin duda, me han tendido una emboscada.
Busco a Charlie entre los hombres que hay en el suelo
pero de repente siento unos pasos detrás de mí, sin pensarlo dos veces me
vuelvo apuntando con el arma a quién quiera que sea pero siento como la bala
pasa a través de mi brazo derecho haciendo que mi pistola caiga a las
profundidades del mar. Mi espalda golpea duramente contra el frio suelo del
puerto de Londres, no veo al hombre que me ha disparado, lo último que mis ojos
ven es el cielo encapotado tan característico de mi ciudad. Antes de que un pañuelo blanco me cubra la
nariz y el cloroformo me deje fuera de combate, los ojos azules del perro
alemán que tanto me toca los cojones sonríen ante mi derrota. Es un cobarte, no
se ha atrevido a enfrentarse a mí cara a
cara por eso ha utilizado este somnífero, así será más fácil deshacerse de mí.
Pero no soy una presa fácil y mucho menos delante del alemán me voy a dejar
vencer. Haciendo un enorme esfuerzo
consigo mover mis labios.
—Eres un maldito hijo de puta Götz, esta me la vas a
pagar— me propina una patada en mis costillas y me doblo de dolor. El muy hijo
de perra se aprovecha de que estoy herido y medio dormido por el cloroformo.
Los párpados me pesan y su carcajada hace que mi sangre hierva.
—Nos vemos en el infierno David, seguro estarás al lado
derecho de Satanás— me apunta y el sonido del disparo al impactar contra mi
pecho es lo último que siento antes de desfallecer.
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