Adele
Davis
“Su mirada azulada me
atraviesa. Siento que puede ver lo que guardo en mi interior. Con este hombre,
mis más oscuros secretos no están a salvo. Eso me inquieta y me excita a partes
iguales…”
Vuelvo a releer el párrafo que acabo de escribir, no
puedo apartar de mi mente la imagen de ese hombre, sus ojos azules y su cabello
castaño claro se han quedado grabados en mi mente.
Aunque seguramente sea un Dios enviado a la tierra para
embriagarme con su belleza y su perfección… Déjalo Adele, vuelves a estar
divagando, me riño a mí misma.
Dejo los papeles y el boli en el suelo y me sumerjo en la
bañera llena de espuma, intentando aclarar mi mente y alejar a ese Adonis de mi
cabeza.
El sonido del móvil me devuelve de golpe a la realidad,
salgo rápidamente envolviéndome en el suave albornoz blanco, cortesía del
hotel. Miro la pantalla iluminada y veo que es mi amiga Joy.
—Hola chica sexy, ¿qué tal todo por casa?— digo
sentándome en el mullido sillón y cogiendo una chocolatina que me han regalado
en recepción. Mmm, está deliciosa.
—Vaya, veo que el cambio de clima te ha venido de perlas.
Hace tiempo que no te escuchaba tan animada Adele Davis. Por aquí todo bien, te
he llamado por dos razones. La primera que tu hermano no para de darme la brasa
para saber si estás bien porque no has respondido a sus llamadas y mensajes— es
verdad, me siento mal por eso. Mi pobre hermano, he olvidado el móvil en el
hotel cuando he salido y luego no lo he mirado hasta ahora.
—Pobre Zac, luego le llamo. ¿Y cuál es la segunda razón
de tu llamada?— pregunto realmente curiosa.
—He podido localizar al amigo ese del que te hablé, el
que conocí en un curso aquí en Londres. He
trabajado con él en algunas ocasiones, es artista bueno dibujante. Tal vez si
le caes bien puede hacerte la portada de la nueva novela…
—Te estás desviando del tema Joy, ¿Qué pasa con tu
amigo?— no quiero que me pregunte sobre la novela porque todo lo que ella ha
leído se ha ido a la basura. He empezado de cero a causa del chico de ojos
azules.
—Lo siento, sabes que me emociono con lo que escribes y
me muero por leerlo. Bueno lo que quería decirte es que Mark te ha conseguido
un piso donde vas a estar más tranquila, vas a ahorrar más dinero y podrás
hacer lo que te dé la gana. Sé que querías libertad, pues ahí la tienes—me
emociono como una cría. Nunca he vivido en un piso sola, compartí habitación
con mi amiga en la facultad y luego iba a casarme y a vivir con él. Ni si
quiere había pensado en el en todo este tiempo, sin duda no pronunciar el sí
quiero fue lo mejor que me pudo pasar en la vida.
—Gracias Joy, te lo agradezco muchísimo de verdad.
¿Cuándo conoceré a tu amigo Mark?— pregunto hablando demasiado rápido. Sabe que
estoy emocionada.
—Pues mañana por la mañana estará en la cafetería de tu
hotel esperándote. Como no conoces la ciudad él se ha ofrecido a ir allí. Te
encantará de verdad, es un amor de persona y un chico muy guapo— dice con voz
de pillina. Lo que me faltaba, que me buscara ligue.
—Si estás intentando que quiera empezar un romance con él
debo advertirte que no estoy interesada en los hombres de momento. Prefiero
disfrutar de mi libertad tanto como dure—Joy suelta una enorme carcajada.
—Nena, no ligarías con él ni en un millón de años— eso me
enfurruña. No creo ser tan fea para eso, tal vez él es un Dios griego o algo
por el estilo. Sin poderlo evitar, el hombre del parque aparece en mi mente.
Basta Adele.
— ¿Tan fea soy? O ¿es demasiado guapo para mí?— mi tono
es bastante más duro de lo que pretendía.
—Tú eres preciosa y los tíos se pelearán por ti y él es
perfecto, pero es gay Adele. Por eso confío en que te cuidará perfectamente y
no intentará nada— ahora la que suelta una carcajada soy yo. ¿Gay? De todo lo
que pensaba que me podría decir, eso no estaba en mi cabeza. Como siempre me ha
dejado sin palabras.
—Vale, dejemos el tema. ¿Cómo le reconoceré?
—Fácil, chico moreno, pelo por los hombros más o menos,
ojos castaños pero penetrantes, vestido con estilo y llamará la atención de
todas. No parece Gay para nada—ambas estallamos en una sonora carcajada.
Charlamos un poco más y me informa que vendrá a verme pero aún no sabe cuándo,
eso me pone de muy buen humor. Me encanta su compañía.
Pido algo para cenar y luego me meto en la cama muy emocionada
con el cambio que está dando mi vida, sin duda esta nueva aventura marcará un
antes y un después.
Escucho el canto de los pájaros y el sol que entra por la
ventana ilumina la habitación. Me levanto rápidamente, me visto y decido dejar
mi cabello suelto. Al haberlo cortado un poco tampoco puedo hacer muchas cosas
con él. Cojo mi móvil y la tarjeta de la
habitación. Cojo el ascensor y voy directamente a la cafetería del hotel, nada
más cruzar la puerta sé quién es Mark. Físicamente es como lo describió Joy,
pero llama la atención sus pantalones blancos y su camisa de un tono entre el
azul y el gris. Debo reconocer que sí es muy atractivo. Me acerco a la mesa y
él levanta su mirada clavando sus ojos marrones en mí. Me sonríe y le devuelvo
la sonrisa.
—Supongo que debes ser Adele, la amiga de Joy— asiento
pero me paro cuando veo el libro que tiene entre las manos. Es mi anterior
libro, no me lo puedo creer, hasta aquí han llegado.
—Y tú debes ser Mark— me siento y de repente veo que mira
al libro y luego a mí.
—No me jodas, no puedes ser Adele Davis ¿o sí?
—Sí soy esa Adele. Espero te guste el libro y no me
pegues sino lo hace—ambos intentamos reprimir la risa pero fracasamos
estrepitosamente. La gente nos mira pero no dice nada. Finalmente los dos dejamos
de reír y nos tomamos un café mientras charlamos.
— ¿Me firmarías el libro? No quiero parecer un fan pesado
ni nada por el estilo.
—Tranquilo, dame— cojo el libro y le pongo una
dedicatoria bastante especial. Este chico me cae bien al instante y sé que será
mi nuevo amigo en San Francisco, un lugar nuevo y desconocido para mí.
—Gracias, bueno luego de desayunar podemos ir a ver el
apartamento. Es acogedor, necesita unos cuantos muebles pero te puedo ayudar a
conseguirlos. Seremos vecinos además, espero que eso no te moleste— niego con
la cabeza y le sonrío abiertamente.
—Así al menos tendré un amigo cerca, ¿vamos a ver mi
nueva casa?— no puedo esconder mi entusiasmo y él parece también estar contento
con ser mi vecino. Mark y yo nos vamos a llevar muy bien, de eso no me cabe la
menor duda.
Llegamos a un barrio muy lleno de vida, realmente San
Francisco es alucinante, no tiene nada que ver con Londres. Entramos a un
bloque de edificios hecho de piedra, o al menos es la impresión que da. El
ascensor está nuevo y nos cruzamos con una mujer y su perrito. La mujer mayor
nos saluda y le da un beso a Mark, le conoce.
—Es la señora del primero, es muy amable. Pero ya la
conocerás— subimos hasta el último piso, el 4º. No es un edificio alto pero sí
bastante amplio. —El 4º A es el mío y el B es el tuyo—. Me tiende la llave y
abro la puerta de mi nueva casa, esto es realmente emocionante. Siento que el
corazón se me va a salir del pecho en cualquier momento. Unos grandes
ventanales dan luz al salón, hay dos habitaciones, un baño y la cocina conecta
con el comedor aunque les separa una barra muy moderna. Sin duda, nada que ver
con Londres. Me acerco al ventanal y veo la calle y la playa. Es genial.
—Me encanta, espero poder comprar los muebles básicos y
que me siga sobrando dinero para poder pintar esto— miro a Mark que observa con
cara de fastidio la pintura de las paredes. Necesita un repaso urgente.
—Yo me encargo de la pintura, no te preocupes por nada de
eso. Si no lo hago no podré venir a verte tranquilo. Hagamos una cosa, tú vas a
la tienda de baratijas que hay en la esquina. Los muebles están nuevos y no
creo que te importe que sean de segunda mano. Los míos son de allí, llamaré al
dueño para que dé la luz y el agua y me pondré a pintar este… piso. — su cara de
asco cuando toca las paredes me hace reír, se nota que la pintura es lo suyo.
—Debo comprar la pintura primero— me interrumpe antes de
que pueda seguir.
—Somos amigos ¿no? Pues deja que te regale la pintura y
la mano de obra— me guiña un ojo y me hecha de mi propia casa. No me enfado y
voy rápidamente a la tienda que me ha indicado, espero poder mudarme lo más
pronto posible.
Me he pasado toda la mañana en la tienda, pero por fin
tengo todo lo básico. Una mesa, unas sillas, una cama, un sofá, una lámpara,
algo para cocinar y regalo de la casa, una estantería donde guardar todos mis
libros. El propietario ha sido muy amable y atento, me he llevado verdaderas
gangas y cuando se ha enterado, gracias a su esposa de que soy escritora me ha
regalado la estantería y ha mandado a su sobrino a traerme todos los muebles en
un pequeño camión. Espero que a Mark no le importe ayudarme un poco más. Le
digo al chico que deje los muebles en la entrada, subo con un par de sillas en
el ascensor y entro en mi piso que tiene la puerta abierta de par en par. El
olor a pintura inunda mis fosas nasales. Entro y veo a Mark mirando la pared
que queda justo al lado del ventanal donde puedo ver San Francisco. Me acerco para mirar curiosa que habrá
pintado, porque sin duda algo ha pintado. Lleva un mono de trabajo muy sucio
pero eso no le resta atractivo. Me mira y sonríe satisfecho con su trabajo.
Miro la pared y me quedo con la boca abierta, ha hecho un cuadro ocupando toda
la pared, un cuadro de Londres. Casi siento como la niebla entra en la
habitación travesando la pared. Es un verdadero genio, mis ojos se llenan
de lágrimas al pensar en mi familia.
—Así sentirás que estás más cerca de ellos— sin
importarme lo sucio que está, abrazo a mi nuevo amigo reprimiendo las ganas de
llorar. Gracias al cielo que hay personas buenas que están entrando en mi vida.
—Muchas gracias Mark, no sabes lo que esto significa para
mí— me da suaves golpecitos en la espalda y le suelto. Pero no puedo dejar de
sonreír. Escuchamos a la mujer del primero gritar, ¡los muebles! Me había
olvidado de ellos por completo. — ¿Me ayudas? He dejado todos los muebles bajo.
—Vamos, si no fuese por mí estarías perdida. Agradece que
te estoy cogiendo mucho cariño y que somos amigos—. Y sin más demora empezamos
a subir los muebles.
Mark ha bajado al restaurante italiano que hay cerca
mientras yo termino de limpiar esto un poco. Le ha dado tiempo a pintar el
salón, mañana pasaré el día pintando el resto de la casa. Estoy tan contenta,
por fin tengo mi propia casa.
—Ya estoy aquí, con una cena italiana riquísima. Siento
no haber podido pintar más.
— ¿Bromeas? Has hecho muchísimo por mí, el cuadro de la
pared es increíble.
—Mañana no puedo ayudarte, he quedado con un amigo aunque
seguramente se convierta en una reunión de trabajo—sonríe y parece que le sepa
mal no poderme ayudar. Ha hecho por mí más que cualquier otra persona solamente
con un día de conocernos.
—No te preocupes, no tengo nada que hacer así que mañana
pintaré yo el resto.
—Háblame de ti, Joy no me ha dado mucha información. Sé
que trabajáis juntas y que según ella necesitabas un cambio de clima para
inspirarte. Uno no se va casi a la otra punta del mundo solamente para buscar inspiración
dejando a su familia y todo lo que conoce. ¿Quieres hablar de ello?— vaya,
tiene olfato la verdad. Si quiero que esto sea una amistad duradera, y sin duda
es lo que quiero, debo contarle mi vida.
—Bueno, estuve a punto de casarme. Pero él quería que
renunciase a todo por lo que tanto he trabajado y yo no estaba dispuesta. Le
conozco desde hace mucho tiempo y creí que era el hombre de mi vida. Me dejó
plantada minutos antes de la ceremonia con una simple nota. Pero no me siento
mal ni nada por el estilo, siento que me oprimía y no me dejaba vivir mi vida.
Por eso tomé este cambio como algo positivo. Un nuevo destino, una nueva Adele
sin perder mi esencia por supuesto— me mira estupefacto.
—Ese tío debía ser un verdadero gilipollas, no puede
dejarnos sin una maravillosa escritora, le hubiésemos matado tus fans. No lo
tomes a mal pero me alegro de que no te casaras.
—Yo también, y tú, ¿algo que contar?— pregunto curiosa
mientras cojo una porción de pizza, está buenísima.
—Poca cosa, mis padres viven en Australia, no hablo con
ellos desde los dieciocho años cuando les dije que soy gay. Vine a San
Francisco a estudiar a la Universidad con una beca que conseguí y aquí he hecho
mi vida.
Me quedo sobrecogida por su dura historia, ha tenido que
sobrevivir solo muchos años. Nos despedimos temprano porque tiene que madrugar,
decido ir rápidamente a coger la maleta del hotel y dar por finalizada mi
estancia allí. He conseguido una cama de lo más acogedora y ya quiero estar en
mi casa.
Salgo del hotel casi escopetada hacia el taxi que me
espera con la maleta en el interior. Me había dejado el boli de la suerte y no
puedo escribir una buena escena sin él. Cuando se termine tendré que
sustituirlo pero de momento no pienso en eso. Me pongo el pijama, miro por última
vez San Francisco iluminado por las luces de neón. Impresionante, al igual que
Londres. El mural de mi pared me lo recuerda. Mañana llamaré a mi hermano Zac o
se presentará aquí expresamente para matarme. Me acuesto y sueño con ojos
azules y dioses que me tocan con sus fuertes manos, su belleza me enloquece y
los labios de ese hombre rozan los míos catapultándome hacia el olimpo de los
sueños.
***
—Esta noche tenemos que salir de fiesta—Mark ha venido
esta mañana muy contento de su reunión. Parece que tiene un buen proyecto entre
manos.
—No me apetece demasiado, estoy cansada Mark.
—Venga, tenemos que celebrar que oficialmente ya somos
vecinos— me mira con cara de pena y no se lo puedo negar. Salir me hará bien,
debo conocer la noche de San Francisco.
—Está bien, pero solo tomaremos algo y regresaremos.
—Vale, ¿te puedo pedir un favor?— vaya cambio de rumbo en
la conversación.
—Claro, ¿qué pasa?— realmente tengo curiosidad.
—Para el trabajo que me han mandado necesito unos ojos
azules y los tuyos Adele son muy bonitos. ¿Podrías posar para mí? Nada desnudo
ni fuera de lo normal. Tu rostro no
saldrá en la pintura, lo prometo— ¿modelo? Eso nunca se me había ocurrido, pero
parece que me necesita de verdad.
—Con una condición— me mira y me hace un gesto con las
manos para que prosiga, tomo aire y me dispongo a soltar lo que se me acaba de
ocurrir—Que hagas la portada de mi próximo libro.
—Eso está hecho encanto, yo me sentiré muy afortunado. Me
voy a casa a arreglarme. Nos vemos en quince minutos— se va a su casa dejando
tanto la puerta de la mía como la de la suya abierta. Le escucho hablarme desde
aquí y el sonido de su móvil avisa que ha entrado un mensaje.
—Tienes un mensaje Mark— le grito para que me oiga. Asoma
la cabeza por la puerta de su casa sin camisa. Es normal que todas se mueran
por él.
— ¿De quién es? Eres mi amiga, léemelo— me encanta esta
confianza que tiene en mí. Es
transparente y no tiene nada que esconder, eso me agrada.
—Es de un tal “E” dice que está ansioso por que cumplas
con tu palabra, que no puede sacarse esa mirada de su cabeza y los nervios le
están matando— me mira divertido.
—Este hombre es incapaz de mantenerse tranquilo, es un
impaciente por conseguir lo que quiere. Debería saber a estas alturas que
siempre cumplo lo que prometo— pone los ojos en blanco y se abrocha la camisa.
Yo me termino de maquillar ligeramente y cojo el bolso.
Vamos al bar que hay en la esquina, justo al lado de la
tienda de muebles. Parece que es uno de los más concurridos de la zona. La
música suena alta y la verdad es que el ambiente me gusta.
— ¿Qué quieres tomar?— pregunta Mark cerca de mi oído
para que pueda oírle.
Asiente. —Empezaremos por algo suave, unas cervezas
marchando— me señala una mesa vacía y me dirijo hacia ella. Me siento y observo
a la gente bailar, beber o simplemente conversar. A Joy le encantaría este
lugar. Le mando un mensaje a mi mejor amiga diciéndole donde estoy, me responde
de inmediato.
—Aquí tienes, brindemos. Por una larga y sincera amistad.
—Brindo por ello— chocamos nuestras cervezas y bebemos
sonriendo. Nos hacemos unas cuantas cervezas más y Mark se levanta para ir al
baño. Veo que observa la puerta del lugar pero no puedo ver a quién mira. Le
hace una señal con la cabeza y sonríe. Tal vez sea el misterioso chico del
mensaje, parece que Mark tiene un ligue. Me rio para mí misma, debe romper
muchos corazones.
Voy a la barra a por otra ronda de cervezas y entonces
veo a la chica que me está atendiendo quedarse boca abierta mirando algo o a
alguien. Me giro para seguir su mirada y ahí están esos ojos azules que no he
podido olvidar. Le observo detenidamente, pantalones vaqueros negros y rotos,
camiseta azul oscuro y chaqueta negra de cuero, sonrisa torcida, mirada
penetrante y el pelo castaño claro revuelto. Mi estómago se contrae y siento
unas terribles ganas de lanzarme a sus brazos. Me he quedado tan pasmada como
la chica de la barra, debo parecer de lo más estúpida, pero después de esas
copas que me he hecho me cuesta reaccionar.
Detiene su avance y fija sus ojos en los míos, su sonrisa
torcida se hace más grande y mi corazón se acelera desesperado. Ninguno de los
dos se mueve, solamente nos observamos, me muerdo el labio inferior y veo como
niega sin dejar de sonreír. Ahora parece muy peligroso y siento el calor
extenderse por mi cuerpo. Imita mi gesto y muerde su carnoso labio inferior,
sus fuertes brazos muestran sus músculos cuando se quita la chaqueta y la deja
caer sobre una silla que está vacía. Madre mía, está hecho para pecar y yo me
convertiría en pecadora sin pensarlo por poderle tocar solamente cinco minutos.
¡Basta! Parezco una colegiala cachonda, intento apartar esos pensamientos de mi
mente pero mis ojos se niegan a dejar de mirarle.
La música de la pista cambia, la voz de Bruno Mars invade
mis oídos y mi canción favorita suena
rítmicamente. “Locked out of Heaven” hace que mi cuerpo se ponga en movimiento,
tomo una decisión y empiezo a andar al ritmo de la música hacia el dios de ojos
azules. Él ha captado mi movimiento y hace lo mismo, ambos andamos hacia el
otro sin romper nuestro contacto ocular.
Estamos frente a frente, unos centímetros separan
nuestros cuerpos y puedo sentir la energía que emana del suyo. Es un hombre con
mucha confianza en sí mismo y se le ve que siempre consigue lo que se propone.
Intimidante y sensual muy sensual es como le definiría. Sonrío y empiezo a
moverme al son de la canción, dejándome llevar por Bruno. Pensando en él como
un dios, esta canción me viene perfecta para alimentar mis pensamientos
calientes con este hombre. Empieza a moverse también y sin darme cuenta,
estamos bailando. Veo cómo sus labios se mueven, está cantando la canción y se
la sabe toda. Me rodea con su cuerpo sin dejar de moverse al compás de la
música, yo no le pierdo de vista en ningún momento. Cuando está a mi espalda
acerca su apetecible boca a mi oído y siento su aliento golpear mi piel. Todo
el vello de mi cuerpo se eriza cuando le oigo cantar.
—“Porque hacerte el amor me lleva al paraíso”— pasa sus
manos ligeramente por mi cintura y yo siento que voy a arder en cualquier
momento, no dejes de tocarme por favor—. “Porque me haces sentir como si me
hubiera quedado fuera del cielo…”— ahora le tengo delante mirándome a los ojos,
aun con el sonido de la pista y la gente enloqueciendo le puedo oír—“por mucho
tiempo”.
Pongo mis manos en sus antebrazos y las voy deslizando
hacia arriba, no hemos dejado de bailar, pero ahora él me tiene cogida por la
cintura. Detente Adele, estás cometiendo una locura, me grita mi subconsciente
que sin duda tiene más cerebro que yo ahora mismo. Es un completo desconocido,
pero no lo puedo olvidar ni borrar de mi cabeza. Llego a su cuello y siento
como su respiración se detiene, tira de mí fuerte y termino pegada a su pecho.
Todos enloquecen y se vuelven locos con la canción que empieza a llegar al
final. Acerca sus labios a los míos y cuando están a punto de juntarse le oigo
susurrar.
— “¿No puedo quedarme aquí? Pasar el resto de mis días
aquí”— sin más, me dejo llevar y le beso. Le beso como nunca en mi vida he
besado a nadie, con el alma, con el cuerpo, con el corazón. Todos mis sentidos
se ponen alerta entre sus brazos y por absurdo que parezca, soy yo la que
siente que acaba de entrar en el cielo.
Mark Steward
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