miércoles, 5 de noviembre de 2014

Sudar

Siento su mano cálida sobre mi mejilla, mi corazón late acelerado y soy incapaz de dejar de mirar sus labios. Esos que tantas veces me han besado y que ahora dejan escapar el aire de su interior de manera entrecortada. Me muerdo mi labio inferior pero él lo libera con el pulgar.
—Deja que sea yo quién lo muerda —sin más, junta sus labios con los míos arrastrándome con este beso al mismísimo paraíso. Enredo mis manos en su pelo y me dejo guiar por él hasta que siento la cama detrás de mis muslos.
Nos separamos para tomar aire sin dejar de mirarnos a los ojos, los suyos tan castaños y oscuros me hipnotizan. Brillan expectantes y excitados al igual que los míos. Siento mis mejillas arder y mi cuerpo a punto de explosionar a medida que sus manos lo recorren.
Lentamente nos acostamos en la cama, siento el peso de su cuerpo sobre el mío pero no me importa, me pego más a él si es que eso es posible. Acaricio su espalda y la araño lentamente mientras él muerde mi cuello. Me arqueo y le veo sudar porque se está conteniendo, pero yo solo quiero que disfrute al igual que quiero disfrutar yo. Tomo su rostro entre mis manos y nos miramos fijamente.
—Te quiero.
—Y yo preciosa —siento su mano acariciar mi estómago y perderse entre mis piernas. Empieza a jugar con mi clítoris y siento que voy a explotar en cualquier momento, se apodera de mis labios e introduce un dedo lentamente en mi interior. Siento su aliento en mi oído y sus palabras son las que me catapultan al orgasmo.
—Adoro cuando te ruborizas, cuando gimes, cuando ríes, cuando disfrutas, pero sobretodo te adoro a ti Emma.
Clavo mis uñas en su espalda mientras intento recuperar la cordura. Veo sus ojos mirándome divertidos y excitados, muy excitados. Busco su erección y no tardo en encontrarla, la sudor cae por su cuello y gime cuando le acaricio.
—Quiero sentirte Iván, te quiero dentro de mí —cuando escucha mis palabras no tarda en posicionar la punta de su miembro en la entrada de mi vagina. Lentamente se va abriendo para acogerlo entero y disfruto de todo él. Nos besamos e Iván empieza a moverse lentamente. A medida que ambos vamos gimiendo más aumenta la velocidad, esa sensación ahora tan conocida por mí empieza a crecer en el fondo de mis entrañas.
—Joder Emma, eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
—Tú eres mi vida Iván —y sin más, con una última estocada ambos nos vemos catapultados hacia un orgasmo totalmente devastador.

Sin salirse de mi interior se deja caer sobre mí, entierra su rostro en mi cuello donde reparte besos por doquier mientras que yo acaricio su espalda, su cuello y su pelo. Sonrío sin poder evitarlo al pensar que este hombre es mío y que cada día nuestro amor crece más. 

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