Suspiro al mismo tiempo que el reloj de pared marca las
doce de la noche. Por fin la cafetería se ha quedado vacía y el misterioso
hombre que aparece siempre a la misma hora creo que hoy no va a venir.
No sé cómo sentirme al respecto porque es muy atractivo
aunque tiene un aura de misterio que me recuerda al mismísimo Drácula.
—Menuda tontería Silvia, los vampiros no existen —me río
de mí misma y de mis ocurrencias cuando escucho la puerta de la cafetería.
—Está cerrado —me giro para encarar a la persona que viene a las doce de la
noche y me quedo clavada en el sitio. Es él, el mismo hombre de siempre.
—Todas las noches está abierto para mí Silvia — ¿cómo
sabe mi nombre? No recuerdo habérselo dicho. La teoría de que es un vampiro
vuelve a mi cabeza loca.
Esta vez se acerca y se sienta en un taburete que hay en
la barra en lugar de la misma mesa de siempre. Eso es extraño y tenerle tan
cerca me pone los nervios de punta.
— ¿Lo de siempre? —pregunto intentando ocultar el
nerviosismo de mi voz.
—No, voy a necesitar algo más fuerte hoy. ¿Whisky?
—asiento y le sirvo la copa. Cuando su mano toca la mía siento que está frío,
es extraño porque en esta época del año hace una buena temperatura. Veo una
pequeña mancha roja en el cuello de su camisa blanca, no parece pintalabios. Se
da cuenta de lo que estoy mirando y me dedica una sonrisa enigmática.
— ¿Cómo sabe mi nombre? —pregunto sin pensarlo demasiado.
—Te he leído el pensamiento —mis ojos se abren como
platos. Y él sonríe mostrando su dentadura blanca. —Lo pone en la chapa que
llevas en el uniforme —señala mi pecho derecho y veo que es cierto. “Que tonta
eres Silvia” me reprocho a mí misma.
—Parece que ha estado bien acompañado señor…
—Vlad y sí, la
mancha de mi camisa no es de carmín. Por eso puedes estar tranquila, ahora
mismo no tengo sed —me quedo petrificada, reconozco el nombre al momento y no puedo
creerlo. Debe ser una broma de mal gusto pero se llama igual.
—Muy gracioso, ahora me dirá que se llama Vlad Draculea y
es el vampiro por excelencia. Deje de burlarse de mí —resoplo y me doy la
vuelta, él aparece delante de mí sin apenas haberlo escuchado moverse. Joder esto
da miedo.
—No te estoy mintiendo Silvia, tú misma te lo has
preguntado yo te lo confirmo. ¿No crees en los vampiros? Tienes delante de ti a
uno —me muestra sus colmillos y yo salgo disparada hacia la cocina cojo lo
primero que encuentro para frenarle. Se detiene y me mira con una enorme
sonrisa.
—Detente ahora mismo y déjame en paz o… te vas a enterar
—le amenazo aunque sé que no me teme.
—Silvia ¿pimienta? Incluso hubiese sido más creíble que
me amenazases con ajo, aunque no me hace ningún efecto, que con pimienta
—desaparece delante de mis ojos y siento su aliento en mi oreja. Acaricia mi
pelo suavemente y por alguna extraña razón no siento miedo.
— ¿Vas a matarme?
—No, nunca podré matar a la mujer que amo y que le da un
poco de luz a mi oscuridad sin ser consciente de ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario