domingo, 2 de noviembre de 2014

Medianoche

Las horas se me hacen eternas, desde que le vi no puedo evitar querer verle más de lo que debería. La razón es mi principal virtud y todos creen que aunque sea mujer no tengo sentimientos como tal. Pero aparte de cerebro tengo un corazón al que nadie nunca ha entrado y que solo yo sé quién es el dueño aunque este nunca lo sabrá.
Ya es medianoche, cada uno está en sus aposentos aquí en el Olimpo. Es el momento perfecto para poder verle. Me acerco al balcón desde el que vemos el mundo mortal. Y allí está con su pelo negro como la noche, sus ojos azules y esa sonrisa que hace que todo mi cuerpo vibre.
Veo a Afrodita partir hacia la Tierra, ella se dedica a seducir a los hombres. Al ser la diosa del amor todos caen rendidos a sus pies, ella puede dejarse llevar por sus instintos de mujer, en cambio yo tengo que contenerlos y aprender a vivir siempre basándome en la razón.
—Será mejor que dejes esta obsesión enfermiza por ese chico mortal Atenea. Lo tuyo es la guerra y el pensamiento, no el amor y la pasión —mi lechuza viene volando y se sitúa a mi lado. La observo y la acaricio suavemente. —Qué triste, hasta moriré virgen —sonrío aunque estoy llena de anhelo y tristeza por dentro.
Mi lechuza mueve las alas inquieta, vuelvo la vista hacia abajo y allí está. Mi hombre, mi guerrero, mi mortal hablando con una chica. La reconozco al instante, es la mujer más bella que existe y existirá jamás. Los años no la hacen envejecer y los hombres caen a sus pies con suma facilidad. Afrodita, mi hermana, está hablando con él. El único hombre que ha llamado mi atención desde que existimos y ella no es capaz de respetar eso.
Afrodita mira hacia arriba, sabe que la estoy observando. Toma el rostro de mi hombre entre sus manos y sin cortarse lo más mínimo le besa, devora sus labios sin ningún tipo de pudor. Aparto la vista en ese instante, no puedo ver más. Me alejo del borde del balcón con mi lechuza y desde aquí escucho los gritos y jadeos de mi hermana que está gozando entre los brazos de ese hombre al que amo y al que jamás podré tener.
—Tienes buen gusto, es un hombre muy pasional hermana —la voz dulce de Afrodita me hace volver a la realidad. Ha sido rápida o yo he perdido la noción del tiempo.
—Eres una traidora —la encaro y ella suelta una carcajada.
—Nunca lo vas a poder tener, es un amor imposible porque el amor no está hecho para una mujer guerrera como tú. Dedícate al arte de la guerra y del pensamiento y déjame a mí disfrutar de los hombres de verdad —sus palabras me atraviesan como cuchillos. Me da la espalda y se va hacia sus aposentos. Vuelvo a acercarme hacia el borde del balcón desde donde veo a ese hombre que tanto anhelo vivir su vida sin ningún problema.
Ha llegado el momento, esta será la última vez que lo veré. Tengo que olvidarle porque es algo totalmente imposible. No tengo derecho a conocer el amor ni a soñar con él. Una lágrima escapa por el rabillo de mi ojo, la seco con la mano mientras lentamente me doy la vuelta.

—Adiós mi amor, el único capaz de alcanzar mi corazón —ahora, ese órgano está guardado dentro de una caja de oro, protegido por una mujer que puede hacer daño a todo aquel que se acerque. Ese corazón que siempre tendrá dueño, ahora está custodiado por Medusa y pobre del que intente alcanzarlo porque su destino será transformarse en piedra por el resto de la eternidad. 

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